Centauro: una deliciosa hibridación

Aunque parezca un libro divulgativo y algo tenga de ello, Centauro, los inicios del basket en València, es sobre todo un proyecto artístico de la valenciana Mati Martí. En él, la artista utiliza la fotografía para contar la historia de un equipo mítico en Valencia: el Centauro, un club creado en 1942.

Para realizar el proyecto, Mati Martí ha utilizado el archivo de la familia Arnau Ruvira y ha visitado, mirado y fotografiado aquellos espacios donde el equipo se convirtió en leyenda, especialmente Benimar. Esas instalaciones deportivas, ubicadas en el barrio obrero de Nazaret, fueron la cancha del Centauro y hoy son un espacio devorado, como el resto de su entorno, por la voracidad de un puerto al servicio del comercio globalizado.

En el proyecto, he trabajado al lado de Mati para hibridar, como si de un centauro se tratara, las imágenes históricas (analógicas) y las actuales (digitales), buscando el tono que la artista deseaba y dotando al conjunto de la coherencia necesaria y que comenzara a hablar de un pasado no tan remoto.

 

Introspección, conocimiento artístico y terapia

Beatriu Codonyer, artista visual y arteterapeuta, es una profesional que utiliza las herramientas de la creatividad para provocar procesos sanadores en los que se convierte en acompañante. En su consulta ayuda a personas a superar duelos y frustraciones (aquí tienes más datos sobre cómo trabaja). Y, como artista visual, experimenta, investiga y propone. Con pintura, con fotografía, con instalaciones. Mi trabajo, a su lado, es que la pieza final responda exactamente a su intención.

 

El barroco en la memoria de José Luis Cano

Con la editorial Media Vaca tuve oportunidad de realizar un trabajo delicioso para devolver a la vida un viejo original del cuento de Los 10 perritos. Hasta aquí, algo que relativamente habitual en mi trabajo: limpiar, reconstruir, buscar información, realzarla…

Pero Vicente Ferrer, ese creador de nuevas ideas editoriales, me pidió con este proyecto justo el camino contrario. Sí, en El niño barroco, tuve que partir de los originales digitales perfectos que le habían servido en los museos para mostrar las imágenes pasadas por la trituradora de los medios de reproducción masivos: añadir grano e imperfecciones de periódico, de revistas antiguas… ¿Extravagante? Lo cierto es que, si esos cuadros están en la memoria de José Luis Cano, autor de este libro, no es gracias a los originales, sino a las reproducciones con las que nos hemos alimentado, durante décadas, todos los amantes del arte.